El Dr. Alzheimer describió las lesiones cerebrales de una enfermedad cerebral que causaba demencia y se desconocía hasta entonces.
Alois Alzheimer nació en Marktbreit am Main (Alemania) en 1864. Inició los estudios de Medicina en 1883, en la Universidad de Berlín, entre cuyo profesorado estaba Robert Koch, que acababa de descubrir las bacterias responsables de la tuberculosis y el cólera, dos graves enfermedades infecciosas que por aquella época se trataban solo con cuidados generales en pabellones de aislamiento. Las ideas positivistas dominaban la ciencia médica en los países más desarrollados. El microscopio permitía el estudio de las estructuras más pequeñas y facilitaba el avance en las especialidades médicas.
El conocimiento científico se basaba en la correlación de los síntomas y signos clínicos con las lesiones encontradas en los órganos, tras la autopsia.
Alzheimer empezó su entrenamiento como neuropsiquiatra en el Hospital para Enfermos Mentales y Epilépticos de Frankfurt, en 1888. Toda su vida profesional se dedicaría a la misma disciplina. Como investigador, trató de identificar las enfermedades nerviosas y mentales a través de las huellas que dejaban en la anatomía del cerebro. En 1903 se trasladó a Múnich para trabajar en el Hospital Clínico Psiquiátrico, donde alcanzó un merecido prestigio.
El comienzo del siglo XX fue una época controvertida en la interpretación de las enfermedades mentales, pero cuál no lo ha sido. No se veían al microscopio alteraciones en muchos de los cerebros de fallecidos con trastornos psiquiátricos. El psicoanálisis de Sigmund Freud irrumpía con fuerza, tratando de explicar la enfermedad mental de un modo diferente. Los psicoanalistas preferían descubrir los enigmas del cerebro en vida, a través de los conflictos del individuo, buceando en las experiencias más perturbadoras de su edad temprana. Lo cierto es que ninguna de ambas interpretaciones, la orgánica o la psicológica, servían para todos los casos.
En 1907, Alzheimer publicó los novedosos hallazgos encontrados en el cerebro de una paciente, fallecida con demencia un año antes. Como ha pasado tantas veces en la ciencia, nadie podía prever entonces el alcance de lo que acababa de descubrir. En 1912, Alzheimer ganó la cátedra de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Breslau (Alemania entonces, hoy Wroclaw, Polonia). Al llegar allí, sufrió una infección y nunca se recuperó de sus consecuencias. Falleció en 1915, a los 51 años, a causa de una insuficiencia cardíaca. Por voluntad de sus hijos, sus restos reposan junto a los de su esposa, de la que había enviudado en 1901, en el cementerio principal de Frankfurt.
Alzheimer era un hombre tranquilo y corpulento, con gran sentido del humor y que disfrutaba fumando buenos cigarros. Dedicó mucho tiempo a su trabajo, pero amaba intensamente la naturaleza y la vida en el campo. Mantuvo buena relación con los colegas más importantes de su tiempo. En Múnich acogió a muchos jóvenes investigadores de diferentes países del mundo, que atraídos por su fama, realizaron allí una estancia formativa. Entre los españoles que trabajaron o visitaron su laboratorio destacan el bilbaíno Nicolás Achúcarro Lund, que aparece en las viejas fotografías de la época junto a Alzheimer y otros discípulos en un ambiente de grata convivencia científica, y el madrileño Gonzalo Rodríguez Lafora.