La enfermedad de Alzheimer puede darse a cualquier edad, aunque lo habitual es su presentación después de los 65 años.
Las demencias, en general, están fuertemente relacionadas con la edad. El término demencia senil se utilizó en otro tiempo para el diagnóstico de cualquier demencia, aparecida después de los 65 años, período en el que se dan la mayoría de casos. Pero no es acertado agrupar bajo el epígrafe de demencia senil a entidades muy distintas, que pueden coincidir en esa etapa cronológica, o no.
Hasta hace poco, el límite de la edad laboral estaba en esa cifra, a partir de la cual empezaba la jubilación y la llamada tercera edad, una denominación artificial para eludir la palabra vejez. Las autoridades que gestionan las pensiones en países como el nuestro, al aumentar las expectativas de vida de los ciudadanos, han empezado a desplazar hacia adelante el punto de corte de la jubilación, sobre todo para los trabajos que no requieren un importante esfuerzo físico. Incluso se valora el concepto de envejecimiento activo, traducido en continuidad voluntaria en el trabajo, para aquellas personas que mantienen un buen estado de salud, tanto físico como mental, a cambio de un status retributivo semejante al previo y ciertas facilidades laborales. Qué duda cabe que personas con experiencia y formación continuada, que han desempeñado su trabajo con responsabilidad, aportan un plus a cualquier empresa. Aunque no tengan la energía ni la movilidad de los jóvenes, enriquecen el capital personal de la empresa con valores de prudencia, visión amplia, memoria histórica y lealtad.
Un signo de buena salud mental es la facilidad para la convivencia intergeneracional, y, sobre todo, para ayudar a los más inexpertos. Si la población de mayores tiende a crecer por el aumento de la expectativa de vida, lo igualmente deseable es que el tiempo saludable de esas personas sea cada vez mayor. Antes se reconocía la voluntaria prolongación de la edad laboral, a personas que conservaban aptitud para su trabajo y eran profesionales liberales, eclesiásticos, funcionarios de alto rango o autónomos. Pero ahora parece razonable extender el ofrecimiento de una vida laboral más larga a otras personas y profesiones, que acepten la ampliación. Para que pueda darse ese acoplamiento de una persona mayor al trabajo durante unos años más, este tiene que tener aspectos gratificantes para quien lo realiza y que no requiera de esfuerzos físicos importantes, ni desplazamientos u horarios desordenados.
El ocio, como único objetivo, no es tan bueno como la ocupación o el trabajo que se hacen a gusto, confiando en nuestra capacidad para resolver los problemas y en buena convivencia social, alternando el trabajo con descanso y tiempo libre. Un estilo de vida en la llamada tercera edad que incluya tarea útil y tiempo creativo y recreativo, es mucho más protector, frente al deterioro cognitivo, que no tener nada que hacer.
Hay que generar valores humanos en torno a la vejez. En nuestro sistema sanitario ninguna persona debe ser excluida por edad de cualquier atención sanitaria que precise. El término ageism, en inglés, significa discriminación por edad y una de sus traducciones es etarismo. Igual que no puede discriminarse a nadie por sexo, etnia o religión, tampoco la edad tiene límite para recibir la atención que sea oportuna. Otra cosa es la exclusión por la condición biológica. Si el beneficio de una intervención es improbable, o el riesgo demasiado alto, la exclusión de un paciente puede estar indicada. Pero entonces la causa de la exclusión está en la condición, no en la edad del paciente.
La prevalencia de una enfermedad es la proporción entre el número de casos y el número total de sujetos en riesgo en un tiempo determinado (suele referirse a un año). La estimación de la prevalencia de la demencia en personas de mayores de 60 años en nuestro país cae entre el 4,6 % y el 7,6 %, según el envejecimiento de las diferentes regiones. La distribución es diferente por franjas etarias, ya que el riesgo de demencia aumenta exponencialmente con la edad.
La mayoría de los casos de Alzheimer se diagnostican después de los 65 años, pero no es correcto referirse a esta enfermedad como una demencia de la edad senil, ya que puede darse a todas las edades. Cuando se diagnostica el Alzheimer antes de los 65 años, se denomina de comienzo presenil y cuando se tiene antes de los 45 años, se llama de inicio juvenil. Muchos autores aplican esta misma diferenciación etaria para otras demencias. Pero referido al Alzheimer, lo habitual y más frecuente es que se presente en la edad tardía, después de los 65 años. Como recuerdo histórico, el primer caso de Alzheimer se diagnosticó antes de esa edad y se incluyó en la literatura médica como demencia presenil. En aquel tiempo, se pensaba que causa y edad estaban relacionadas y las demencias preseniles serían mayormente degenerativas y las seniles debidas a arterioesclerosis. Pero ese concepto ya era erróneo entonces, y mucho más ahora. La enfermedad de Alzheimer puede presentarse a cualquier edad, y, aunque la mayoría de casos se presentan en la edad senil, también los hay de inicio temprano.
Para más información, puede adquirir Alzheimer. Guía práctica para conocer, comprender y convivir con la enfermedad a través de este enlace: https://www.elalzheimer.com/el-libro/